06 diciembre, 2011

Aproximación al proceso creativo.

Por ahí dicen que existe algo llamado proceso creativo, es decir, unos "pasos" - por así decirlo - para desarrollar ideas, proyectos o el nuevo cierre autoajustable de los pañales para bebés.
Por desgracia, soy una de esas personas que se van por las ramas con una facilidad casi enfermiza, así que el proceso creativo en sí, con todos sus pasos, sus puntos y sus comas, es una historia que merece ser contada en otra ocasión.

Porque existe un método (sin nombre y sin método) que el escritor Gabriel García Márquez expuso una de esas veces en las que no iba a decir un discurso:

"...el oficio de escritor es tal vez el único que se hace más difícil a medida que más se practica. La facilidad con que yo me senté a escribir aquel cuento una tarde no puede compararse con el trabajo que me cuesta ahora escribir una página. En cuanto a mi método de trabajo, es bastante coherente con esto que les estoy diciendo. Nunca sé cuánto voy a poder escribir ni qué voy a escribir. Espero que se me ocurra algo y, cuando se me ocurre algo y, cuando se me ocurre una idea que juzgo buena para escribirla, me pongo a darle vueltas en la cabeza y dejo que se vaya madurando. Cuando la tengo terminada (y a veces pasan muchos años, como en el caso de Cien años de soledad, que pasé diecinueve años pensándola), cuando la tengo terminada, repito, entonces me siento a escribirla y ahí empieza la parte más difícil y la que más me aburre. Porque lo más delicioso de la historia es concebirla, irla redondeando, dándole vueltas y revueltas, de manera que a la hora de sentarse a escribirla ya no le interesa a uno mucho, o al menos a mí no me interesa mucho; la idea que le da vueltas."


Imaginemos.

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